ESE APARENTE DESORDEN

Viajante ignoto, unknown traveller, bienvenido quien seas, whoever you are: welcome; ésta es mi música, this is my music, y espero que te guste... and I hope you enjoy it...

Mis músicas...

Cómo cambian los tiempos, amigos... Somos muchos los tontos que tuvimos un grupo y apenas tocamos en un garito una noche por las cervezas; somos muchos los que hemos seguido comprando los discos por carretillas, a pesar de los años; tantos los que, como muchachos imberbes, y primero contra nuestros padres y ahora contra nuestros hijos, arrancamos minutos a la vida burguesa para coger nuestras Fender o nuestras Gibson, poner nuestro disco favorito e imaginar que tocamos nosotros o, incluso, los que nos atrevemos a tocar y grabar ese solo imaginario que sólo existe en la mente imaginaria del que imagina...
Cambian los tiempos, y ya no grabamos con las "cassettes", tenemos estudios (virtuales) que nos hacen creernos Brian-Enos a tiempo parcial, y podemos dar el coñazo a los amigos, a las amigas que estoicamente aguantan: Oye, mira, escucha esto, qué te parece, por lo menos suena bien, ¿no?
Pues por eso, porque cambian los tiempos, aquí mi coñazo, mi música, y amplío a todo el que quiera esta hermandad de la armonía... Aquí, en este aparente desorden, iré soltando éstas, mis músicas, para los oídos que las quieran recibir.
Paz y sexo... mientras se pueda.

viernes, 29 de abril de 2011

Homenaje a Vini Reilly

"Homenaje a Vini Reilly", de 2009; Vini es uno de mis guitarristas favoritos, es cierto que en una carrera tan larga ha habido momentos mejores y peores, pero los discos de principios de los 80, tanto en Factory como "Les Disques du Crépuscule", permanecen en mi memoria como mis referencias absolutas de una época... Y aquel simbólico y exclusivo, entonces, "Amigos em Portugal"... Su uso del Delay y del Reverb son soberbios, y su estilo tan personal, exprimiendo los acordes al contrapunto con las repeticiones de la máquina, todo un mundo para cualquier guitarrista...



No me resisto a dejar aquí colgado un relatillo sobre todo esto... Léelo, si gustas, oyendo mi homenaje...

“Amigos em Portugal”

Amigos em Portugal
The Durutti Column



Hoy he vuelto a Vila Real do Santo António. Aunque ya no hay fronteras, desde España, Portugal seguía pareciendo un país lejano y distinto. Al otro lado del río la vida es diferente; y, efectivamente, hemos desembarcado en el mismo sitio, pusimos los pies en el mismo adoquinado irregular y traspusimos otra vez el paso aduanero, hoy cerrado. Había largas colas fantasmas de misteriosos turistas extranjeros, mujeres morenas prematuramente envejecidas y cargadas de bolsas, guardinhas con bigotes recios y canosos mirando terribles desde sus ojos negros, hondos como el petróleo... Fantasmas, el puesto fronterizo es mero pasaje, cerrado y abandonado, gris, puertas desvencijadas y ventanales rotos. Después las tiendas, los taxis, esa sensación de haraganería que siempre pulula alrededor de las aduanas. Comencé a caminar hasta llegar a la plaza, en el centro. Perfectamente cúbica, elevándose a los cielos, dos lados son para el comercio, uno para el Ayuntamiento y el otro para la Iglesia y un par de joyerías, unión poco casual. Había, de nuevo, un entierro, siempre con montones de flores de colores chocantes: blancos, amarillos, violetas... y gentes vestidas de negro como ya no se ven aquí. El tiempo de un atardecer invernal parecía colgar de las buhardillas que rodean la plaza como un coro de alabanzas, pero, de pronto, la luz me hizo recordar la mentirosa deformación de la realidad que la edad nos impone. Por una parte suponía todo en su tiempo real, sin observador, y los edificios, las nubes o el sol, eran indiferentes, y ahí radicaba la verdad. Por otra, el calor y el trasiego de viajeros holgando me situaban en esta sobremesa de verano que era mi realidad actual, triste y llena de soledad, todo fruto de un enajenamiento, no sé si en el origen o la conclusión, que me impide participar del mundo de los hombres. Y, por fin, la mentira de regreso; caminaba por la calle peatonal repleta de despachos de menaje, sábanas y toallas, buscando una vieja tienda de discos, no, no, no era de discos, había discos entre otras cosas, y allí estaba yo con unos amigos sorprendidos por lo pequeño de la tienda, lo burdo de un dependiente deforme y, sin embargo, lo exquisito de su contenido: discos ingleses no llegados a España, quizá por la presencia de los jubilados británicos en El Algarve. Allí estaban los discos, grandes vinilos, voluminosos, con amplias, vistosas y cuadradas fundas de cartón: The Chameleons, Cocteau Twins, The Sound, Eyeless in Gaza, Felt, The Durutti Column... y nosotros, engañados por nuestros ojos, descubriendo y apropiándonos del nuevo mundo, haciéndolo nuestro para siempre... Nadie nos advirtió del embuste de la juventud; creyendo descubrir la realidad, tan sólo estábamos abriendo los ojos a cosas que pertenecían desde siempre a todos y que, desde entonces, nos harían infelices con esa insatisfacción de querer alcanzar algo que no sabemos qué es, con la duda perpetua de si lo tenemos o no. Ahora, con la edad, la mayoría hablando de unos sueños frustrados que jamás tuvieron, otros queriendo soñar sin poder, nos basta oír esa música inocente de un disco de Fundaçâo Atlántica, con ese orgullo infantil de lo raro, de saberse poseedor de un vinilo inalcanzable, editado sólo en Portugal, nos basta eso para volver a Vila Real do Santo António, ver esas tristes buhardillas atosigadas de tejas, ver el puesto aduanero abandonado, los taxis color de la crema, los viejos repeinados con colonia barata degustando grandes vasos de agua y minúsculos cafés aromáticos, el traqueteo eterno de un barco que nos ha de llevar al otro lado.

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