ESE APARENTE DESORDEN

Viajante ignoto, unknown traveller, bienvenido quien seas, whoever you are: welcome; ésta es mi música, this is my music, y espero que te guste... and I hope you enjoy it...

Mis músicas...

Cómo cambian los tiempos, amigos... Somos muchos los tontos que tuvimos un grupo y apenas tocamos en un garito una noche por las cervezas; somos muchos los que hemos seguido comprando los discos por carretillas, a pesar de los años; tantos los que, como muchachos imberbes, y primero contra nuestros padres y ahora contra nuestros hijos, arrancamos minutos a la vida burguesa para coger nuestras Fender o nuestras Gibson, poner nuestro disco favorito e imaginar que tocamos nosotros o, incluso, los que nos atrevemos a tocar y grabar ese solo imaginario que sólo existe en la mente imaginaria del que imagina...
Cambian los tiempos, y ya no grabamos con las "cassettes", tenemos estudios (virtuales) que nos hacen creernos Brian-Enos a tiempo parcial, y podemos dar el coñazo a los amigos, a las amigas que estoicamente aguantan: Oye, mira, escucha esto, qué te parece, por lo menos suena bien, ¿no?
Pues por eso, porque cambian los tiempos, aquí mi coñazo, mi música, y amplío a todo el que quiera esta hermandad de la armonía... Aquí, en este aparente desorden, iré soltando éstas, mis músicas, para los oídos que las quieran recibir.
Paz y sexo... mientras se pueda.

sábado, 30 de julio de 2011

Ayer

“Ayer”



Súbitamente, septiembre vertió, como si fuera para siempre, sus brumas doradas en el mar. Tan sólo un día atrás, el estío era un fulgor presente entre los veraneantes; aquella tarde, otoño había llegado con la fuerza de lo que es hábito, de lo que parece la carne y parece el tacto del aire cotidiano.
Asomado al balcón, desde el apartamento veía extenderse las playas como gritos de una jornada blanca y calurosa. Apoyados los codos, la brisa robándole los humos del cigarrillo, observaba la pereza y lentitud del atardecer con la nueva estación en ciernes. Apenas unas jornadas y el mundo volvería al trabajo y a la rutina del ciclo; dentro, su mujer apuraba un rato de siesta, los niños jugaban tranquilos en el suelo del comedor. Había en todo un regusto salino, en los espaldares de las sillas evaporaban sus mares las toallas aún empapadas de la playa; cubos, palas, rastrillos, plásticos de brillos matados, opacos, arañados por la arena, la ola y el sol, se repartían por la terraza con el desorden de la chiquillada que juega indiferente a las realidades.
Todo movimiento en la calle era épico. La memoria, una huella persistente dejando sensación de vivido, de acabado, de lógica; el presente, la incógnita de la imposibilidad, lo nuevo siempre pavoroso mostrando la desnudez del ser humano. Todo lo que fue problema, lo que la vida había sido ya, era presencia de nuevo inconmensurable, la lejanía de lo transcurrido daba paso al instante como a una fiera hambrienta.
Desde la madurez, comprendía que todo lo que quiso, todo lo ansiado era nada. Sus cimientos, los pilares por los que tanto había luchado en la adolescencia y la juventud, eran una niebla vagorosa y débil que sólo le pertenecía a él; no siendo ni la mitad del hombre que habría querido ser, una sombra le rondaba, todo lo que conformaba su persona era él y sólo él, el mundo había sido indiferente a su nacimiento y habría de serlo a su desaparición... Y la orfandad plena, la mayoría de edad, daba el ser a sus cosas: vacío, lo que había considerado importante era sino una parcela de su memoria; y del recuerdo sólo su cuerpo era sustento: nada.
Sin embargo, en su mente clamando por emerger, algo residía perdido; algo extraviado y enterrado quizá por una palabra equivocada, un gesto a destiempo, sabe Dios... Algo querido y cuya nueva evocación le daba el vivir que lo de su alrededor no podía proporcionarle ya. Semejaba aquello una maniobra del Destino que restara por trocarse en hecho; de ahí que este leve asomo fuera carencia, una falta, un hueco sin cubrir en las paredes de su alma cansada.
Enamorarse: azucarillo diluido en el tiempo, en la costumbre, en el roce y en la desidia. Mirar por el cristal del otro, negarse, incluirse en el sencillo juego del mundo, ser en los demás, abandonarse a la realidad: ¿dónde quedó todo aquello?, ¿dónde se postergó la inocencia y la candidez que ahora son afrenta y vergüenza?, ¿dónde se derramó la verdad y la luz para tener que andar buscando, hoy, un lugar a fin de ocultarse?...
Y su mujer se despertaba de la siesta; y los niños acudían, alegres, a su regazo; y, conforme avanzaba la tarde, la hora del viaje se acercaba con una esperanza. Siempre, a espaldas, el ayer.


[Éste es el inicio de una novela que se va a editar muy pronto. Es una colección de canciones de The Beatles que componen una historia... Si te interesa suscribirte a unos ejemplares especiales, numerados y firmados, ponte en contacto conmigo en pacosilvera@hotmail.com o pacosilvera@gmail.com

Muchas gracias]

1 comentario:

  1. Impresionante, este blog me sorprende gratamente, es bueno saber que aun hoy hay blogs de este tipo que te inspiran a realizar aquello que te propones para enriquecerte a ti y a la sociedad.

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